Una niña que no habla se traga un grillo y luego canta con voz tristísima, un gordo se reencuentra con su pene, la pintora se pierde en su propia escultura, la burócrata brinca sobre las losetas blancas de un piso ajedrezado, pues de caer en las negras... La especie humana se halla ante la formulación de un nuevo paradigma. Y a todos ellos Cecilia Villanueva los acomoda sobre un hilo que viene de quién sabe dónde y ella amarra a su pluma; y así los vemos desfilar haciendo equilibrio hacia el texto en medio de parajes pelados por tormentas solares bibliotecas inútiles y mares que van y vienen. Su texto es un poliedro de varias facetas que deslumbran según el obturador de la mirada se abra o cierre con indudable persistencia en la mente. Están la poesía, la magia, la oscuridad, la risa, la prosa afortunada y hasta las predicciones. La galería de sus cuadros más inmediatos y a la vez permanentes. La autora nos hace vagar por sus sueños que reconocemos como realidades y por realidades alguna vez soñadas. Y omnipresente, página tras página, la belleza, pero aquí salpimentada por el misterio, la imaginación, la inteligencia. Un texto inolvidable.